Independiente del merecimiento, al trabajar el verso he entrevisto posibilidades de cierto calado. Por ejemplo, al colocar hoguera en un contexto sintáctico alieno, el vocablo adquiere valor verbal sin perder sustantividad. Curioso que, según la colocación, se produzcan bellísimas disemias.
Si la poesía es brevedad y concisión, conseguir que los términos, por su posición sintáctica adquieran no sólo un sentido insólito sino varios a la vez es un reconfortante hallazgo. Visualmente, las palabras ocupan su lugar en la página, pero desde ellas estallan múltiples sentidos a escoger o releer, vislumbrados en la costumbre de la lengua. Por eso, si la persona no es archilector/a, el significado polivalente ha de escapársele. Posiblemente, el defecto que ayer me achacara sobre la forma final del verso proliferando en rima asonante, sea indispensable para poder elaborar la ruptura sintáctica Es como una coda cuya misión es acoger, arropar, aquietar el asesinato en corto del significado. Posiblemente sea también, un trabajo mayoritariamente inconsciente, intentando una armonía en que apoyarse. Esa humilde rima que había deplorado, paréceme fundamental para no agotar completamente la comprensión del lector/a. Algo debía recoger la lectura, pues, traicionando las reglas sintácticas como buscado logro, se necesita un suelo, una referencia, un marco inteligible, no sólo para estimular posibles desciframientos, sino para despenalizar la desestructuración. Y está bien que el esfuerzo suene bien, para hacer así más justo lo abrupto del sentido. Si bien suena la desestructuración esta ha de ser más sabiamente comprendida y deleitada. La sólida eatultez de la rima ayuda a contener la algarabía de sentido intencionalmente diseminado, al modo en que un cuento infantil persigue un feliz final.
La falta de comas y de puntos es buscada adrede. Los utilizo mínimamente, sólo cuando el énfasis se me antoja imprescindible para la musicalidad. También porque es sorpresa encontrarse con la coma y el punto innecesarios. La costumbre chomskyana de la lengua hace obvia la coma que late en la sonoridad, protegida por las estructuras latentes. Lo que otros verán como extensión por ordenar está en esta poiesis reciamente ordenado a priori. Por tanto, puedo dedicarme al lúdico ejercicio de alterar la sintaxis, introyectada por kilómetros lectores.
La estructura profunda es el estrato donde el Otro decide la interpretación. Juego con eso, opero en ese nivel, por lo que la forma queda violentamente trastocada. Mejor dicho, dejo de lado la forma y su tradicional inteligibilidad, para destripar mejor el significado subyacente y dinámico de las entrañas, o sea, del inconsciente. Esto guarda estrecha relación con el lenguaje estándar conectando en su fluir las recurrentes frases lexicalizadas del hablante. Apurar este ejercicio que hoy intento analizar, constituye estilo, trazo propio, individualidad esencial en movimiento, abriéndose a posible universal.
Escribir sobre escribir, pensar sobre pensar, auscultar la voz interior en sus desbordados meandros, bucear en el imposible sentido, afirmar con la negación negada, suspendiendo el ansia de la razón, para ilustrar así la nostalgia de significado. Aquí viajan todas mis lecturas, las disociaciones del discurso publicitario y la exploración lacaniana, que prepondera el significante como eficaz velo de la interpretación. Pues, toda lectura es verde pasto prometido de significación bovina, unívoca, maniquea. Cambiar la forma de pensar es insuflarle aire y configurar vacíos, librar al mundo de interpretaciones únicas. Commover el lugar de la palabra es como soplar al viento, abrir cabezas, detener el flujo incesante del Yo como contingencia del tiempo, desconfiar de la abracadabrante lógica, buscar en el sinsentido decir orate, emergiendo sólo para ampliar el horizonte del lenguaje que arquitecta pensamientos.
En este estilo vibra la despedida de la lógica por intrascendente y se abren las ventanas a la aceptación de que el lenguaje es espectáculo, pincelada intuitiva, forma dispuesta a infinito moldeado, terapia de la búsqueda incesante, pero nunca idolatrada meta de desciframiento. Me alargué cuanto pude tras la explicación total, viendo que toda seguridad era vencida por el acontecimiento. Justo es ahora que mi palabra sirva de venganza o profilaxis contra cualquier intento de explicar la realidad. .Este es el punto de inflexión de una ascesis espiritual, traducida en caminar sin el Yo a cuestas, pues, quién es la autora sino filtro. Es la danza de vocablos huérfanos lugar sagrado donde se verifica el exorcismo del Logos. Como empeñada busca sentidos, me correspondía parte del esfuerzo por librarnos del mandato occidental, del orgullo kantiano de la conciencia escrutando todo cuanto cae en su panóptico. Por el quicio de esta ilógica tarea entreveradas se perciben las facciones de Dionisios. Para materializar tan golosa tarea, la autora había de creer, la mayor parte de su vida, en la desesperada búsqueda de explicación a la que nos somete la tradición de una filosofía duramente recorrida, sin arribar nunca al más leve descanso. Sólo en esa creencia obtusa, en creadora impossibilia, podía la interfecta abrir la lengua a su imprevista ley ulterior, sobrepasando al fin cualquier orilla, inundada ya la Tierra Prometida del significado que denodadamente nos hurta el acontecimiento. Fiel al tanteo, la Natura prueba distintos individuos para dar con el superviviente más capacitado de la especie. ¿Qué se agita en el poso de esta visión desestructurada? El convencimiento de que la única explicación totalizante es inaprensible por mano de la lógica. Y en ese aire en que volamos será placer la bocanada aérea que proporciona vivir sin llegar a puerto. Hacer de la calamidad, del caos, de la pérdida, del cambio caprichoso que implacable todo sustituye, el verdadero reflejo. Esta voz se inserta en la linde tercamente desplazada.
La común pregunta de la infancia, el porqué de las cosas y las vidas es coralmente enardecida por medio de inabarcable cifra. Aquí resuena la parla en contradictio de las místicas y el susto del significante lacaniano en su deslizamiento. Es obvio que estos versos no fueron labrados avistando la tierra de promisión. A cambio, en barbecho sin futuro, se ha plantado la más debil semilla desgajada del tan cacareado conocimiento absoluto. Quede todo como juego.
La estructura profunda es el estrato donde el Otro decide la interpretación. Juego con eso, opero en ese nivel, por lo que la forma queda violentamente trastocada. Mejor dicho, dejo de lado la forma y su tradicional inteligibilidad, para destripar mejor el significado subyacente y dinámico de las entrañas, o sea, del inconsciente. Esto guarda estrecha relación con el lenguaje estándar conectando en su fluir las recurrentes frases lexicalizadas del hablante. Apurar este ejercicio que hoy intento analizar, constituye estilo, trazo propio, individualidad esencial en movimiento, abriéndose a posible universal.
Escribir sobre escribir, pensar sobre pensar, auscultar la voz interior en sus desbordados meandros, bucear en el imposible sentido, afirmar con la negación negada, suspendiendo el ansia de la razón, para ilustrar así la nostalgia de significado. Aquí viajan todas mis lecturas, las disociaciones del discurso publicitario y la exploración lacaniana, que prepondera el significante como eficaz velo de la interpretación. Pues, toda lectura es verde pasto prometido de significación bovina, unívoca, maniquea. Cambiar la forma de pensar es insuflarle aire y configurar vacíos, librar al mundo de interpretaciones únicas. Commover el lugar de la palabra es como soplar al viento, abrir cabezas, detener el flujo incesante del Yo como contingencia del tiempo, desconfiar de la abracadabrante lógica, buscar en el sinsentido decir orate, emergiendo sólo para ampliar el horizonte del lenguaje que arquitecta pensamientos.
En este estilo vibra la despedida de la lógica por intrascendente y se abren las ventanas a la aceptación de que el lenguaje es espectáculo, pincelada intuitiva, forma dispuesta a infinito moldeado, terapia de la búsqueda incesante, pero nunca idolatrada meta de desciframiento. Me alargué cuanto pude tras la explicación total, viendo que toda seguridad era vencida por el acontecimiento. Justo es ahora que mi palabra sirva de venganza o profilaxis contra cualquier intento de explicar la realidad. .Este es el punto de inflexión de una ascesis espiritual, traducida en caminar sin el Yo a cuestas, pues, quién es la autora sino filtro. Es la danza de vocablos huérfanos lugar sagrado donde se verifica el exorcismo del Logos. Como empeñada busca sentidos, me correspondía parte del esfuerzo por librarnos del mandato occidental, del orgullo kantiano de la conciencia escrutando todo cuanto cae en su panóptico. Por el quicio de esta ilógica tarea entreveradas se perciben las facciones de Dionisios. Para materializar tan golosa tarea, la autora había de creer, la mayor parte de su vida, en la desesperada búsqueda de explicación a la que nos somete la tradición de una filosofía duramente recorrida, sin arribar nunca al más leve descanso. Sólo en esa creencia obtusa, en creadora impossibilia, podía la interfecta abrir la lengua a su imprevista ley ulterior, sobrepasando al fin cualquier orilla, inundada ya la Tierra Prometida del significado que denodadamente nos hurta el acontecimiento. Fiel al tanteo, la Natura prueba distintos individuos para dar con el superviviente más capacitado de la especie. ¿Qué se agita en el poso de esta visión desestructurada? El convencimiento de que la única explicación totalizante es inaprensible por mano de la lógica. Y en ese aire en que volamos será placer la bocanada aérea que proporciona vivir sin llegar a puerto. Hacer de la calamidad, del caos, de la pérdida, del cambio caprichoso que implacable todo sustituye, el verdadero reflejo. Esta voz se inserta en la linde tercamente desplazada.
La común pregunta de la infancia, el porqué de las cosas y las vidas es coralmente enardecida por medio de inabarcable cifra. Aquí resuena la parla en contradictio de las místicas y el susto del significante lacaniano en su deslizamiento. Es obvio que estos versos no fueron labrados avistando la tierra de promisión. A cambio, en barbecho sin futuro, se ha plantado la más debil semilla desgajada del tan cacareado conocimiento absoluto. Quede todo como juego.
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