El texto quebradizo es antiquísimo y se ofrece fragmentado. El papel yace transparente en infinitas y delicadísimas capas cortadas por agujeros sin fondo y precipicios de carencias. Papel sobre papel alado, todavía visible, dándose en un rojizo sepia. Oleadas de textos hasta formar una textura levitante mordisqueada por los bordes, rota en el centro, próxima a la desaparición. El recorrido con lupa aumenta la grafía de un idioma desconocido, lengua pretérita. Femeninos índice y pulgar manipulan unas pinzas pasando las páginas etéreas a cámara lenta, para colocarlas allí donde progresa el sentido, de línea en línea. Se trata de rellenar y reconstruir el rompecabezas. Su alegría es la coincidencia.Trazo de textos desamparados, fuera de lugar, perdidos a fuerza de eterno transcurrir del punto aquel en que vinieron a la luz. El saber que hay que adivinar, del que hay que sospechar, en el que hay que creer, se hilvana en retales claroscuros, ansiando arribar a su definitiva fijeza, a la coartada de un sentido absoluto, invariable.Del cruce entre múltiples significados posibles y la realidad tangible de texto torturado por el tiempo, emergen anónimas huellas de más de un autor y, sobre todo, un vacío pertinaz, abajo y siempre a la derecha, provocado por el repetido y ávido quehacer del índice lector.Aquí y ahora, se buscan trece páginas del Evangelio de Judas que habrán de coincidir por las dos caras.
Enmarañas (microrrelato) Desde el interior, retorcida en tu maraña, resuelta en coartada, hacia el titánico de asomada al balcón, zambullida en el afuera, entre los reiterados cantos a sirenas, anunciando lo fácil que sería si decidieras ofrecerte al dios de la acción, tenuemente motivada por la promesa especular que bien te guardarás de negar con tu vacío, flotas. Devora su cola, mientras tanto, una pescadilla sorprendida de vivir en directo y ser al mismo tiempo frase hecha entre las olas. Con su doble personalidad se asoma al espejo de agua detenida y, de perfil, ve pasar ante sí las facciones de aquellos que la citan por su boca en cola, como si ella no fuera más que mordisco sinsentido y no nadara entre rutinas como ellos. Por la superficie brillante de Aqueronte se alternan los demás, succionando el pecho de los días con su río esperando ser surcado. Mano (microrrelato) Los deseos se van asentando al igual que el cuerpo. Ya son muchas, infinitas, las ve...
Comentarios